Héctor Morano, querido cantor y amigo que partió definitivamente hace pocos días, era uno de los pocos cantores que quedaban en Buenos Aires que representaba cabalmente la tradición tanguera.
Perteneció a una generación muy particular dentro de la historia del tango, un poco tensada por dos polos: el haber recibido el estilo de finales de la época de oro en su versión más destilada, de mano de mentores y directores que habían alcanzado su punto máximo de madurez (sin ir más lejos, fue alumno de canto de Eduardo Bonessi, el profesor de canto de Gardel y de Corsini); por otro lado, el encontrarse en la década del 60 con que el mundo que conocían había cambiado completamente: poco quedaban de los cabaret, los bailes, las actuaciones en las radios, los cafés, etc.
Muchos músicos altamente calificados (como el mismo Héctor lo contaba en una entrevista que le realicé en 2018 para mi programa La Posta) directamente abandonaron la profesión para dedicarse a otra cosa, otros fueron combinando la actividad artística con algún otro oficio o empleo (fue el caso de Héctor), los menos pudieron continuar su actividad ante un público muchísimo más reducido.
Hacia fines de la década del 50, Morano era el cantor de una orquesta, digamos de segunda línea, o quizá hasta de tercera. Decir eso no significa menospreciarla si se tiene en cuenta que orquestas como la de Salgán, en su momento, se consideraban de segunda línea, atrás de las de primera, como Troilo, Pugliese, Darienzo, etc.
La orquesta de Osvaldo Touri ha sido considerada como una orquesta “de barrio”, como tantas otras en las que iban haciendo sus primeras armas músicos que luego pasaban a las orquestas más importantes. Claro que al escuchar la calidad de la orquesta en las pocas grabaciones que realizó, asombra imaginarse que ese era el sonido de las orquestas “de barrio”. Todo un testimonio del esplendor tanguero en la década del 50. En la orquesta de Touri, además, tocaban varios músicos que aún siguen en actividad, y que mucho han dado que hablar: César Stroscio y Miguel Praino (integrantes luego del Cuarteto Cedrón), José Colángelo (luego pianista de la orquesta de Troilo), Omar Murtagh (luego miembro fundador del Quinteto Real), entre otros.
Luego de su paso por la orquesta de Touri, Morano se integra a pequeños conjuntos que buscaban refugio en la década del 60, ya con directores de una camada más joven, como es el caso de Dino Saluzzi. Aquí comparto una toma radial de la época (principio de la década del 60) en que Morano cantaba con el quinteto de Saluzzi, que es una verdadera joya por ser uno de los pocos registros de esa formación, que además de Saluzzi en bandoneón integraban nada más ni nada menos que Osvaldo Manzi (piano), Rubén “Chocho” Ruiz (guitarra eléctrica), Mauricio Marcelli (violín) y Kicho Díaz (contrabajo). Le debemos a Ignacio Varchausky el rescate de esa toma radial que es -repito- una verdadera joya.
Poco tiempo después comienza su recordado paso por el trío de Osvaldo Manzi (que venía de tocar en la orquesta de Troilo y en el Quinteto de Piazzolla). Con Manzi registró dos temas inolvidables: una versión conmovedora de Mensaje, de Discépolo y Castillo, y Sexto Piso, de Nievas Blanco y Homero Expósito, una grabación legendaria que inspiró a muchos cantores a incluir ese tema en sus repertorios.
Aquí el disco completo del trío de Manzi que, además de su director en piano, se conformaba con Rubén “Chocho” Ruiz en guitarra y Benigno Quintela (contrabajo).
Morano menciona (en la entrevista que le hice en 2018, que puede verse al principio de éste artículo) a Manzi como alguien que le enseñó a cantar de un modo distinto. Acaso ahí terminó de forjarse su estilo, que tanto representa esa época de “la vanguardia”, como la llamó Héctor, y la tradición a la misma vez. Morano era un solista con mucha personalidad y un fraseo muy elaborado que distribuía muy libremente las pausas; pero a la vez se le notaba la experiencia de haber sido cantor de orquesta, que es un modo de cantar en donde el fraseo del cantor necesita integrarse en el conjunto.
En 1966 llegó nuevamente al disco, acompañado por la orquesta de Alberto Di Paulo, en un proyecto discográfico bastante notable, “14 con el tango”, producción de Ben Molar, que reunió a los poetas más destacados de su tiempo con músicos de tango, para que crearan canciones en conjunto. Ninguna de las canciones del disco perduraron en la memoria popular, pero es realmente notable la conjunción de nombres, tanto en la poesía como en la música: León Benarós, Jorge Luis Borges, Nicolás Cocaro, Córdova Iturburu, Florencio Escardó, Baldomero Fernández Moreno, Alberto Girri, Leopoldo Marechal, Carlos Mastronardi, Manuel Mujica Láinez, Conrado Nalé Roxlo, Ulises Petit de Murat, Ernesto Sabato y César Tiempo, por el lado de los poetas, y por el de los músicos, José Basso, Miguel Caló, Juan D’Arienzo, Alfredo De Angelis, Julio De Caro, Enrique Delfino, Lucio Demare, Osvaldo Manzi, Mariano Mores, Sebastián Piana, Astor Piazzolla, Armando Pontier, Héctor Stamponi y Aníbal Troilo. Morano participa allí cantando “Elegía”, de Osvaldo Manzi y Alberto Girri.
En las décadas siguientes siguió actuando, junto a figuras como Atilio Stampone o el guitarrista Luis Rizzo. Hacia fines de la década del 70 graba un disco doble junto a Pascual “Cholo” Mamone. Para esa grabación, el “Cholo” armó una orquesta de lujo con Antonio Agri, Leo Lipesker (violines), Armando Cupo (piano), Mario Fioca (viola), Juan Llacuna (cello) y Enrique Marcheto (contrabajo).
Aquí, una grabación refleja su paso por el ya mítico Café Homero de Rubén Juárez, de Morano y Mamone en un dúo afiatadísimo en 1987, en el marco de un homenaje a Enrique Santos DIscépolo. La grabación es también una linda oportunidad para escuchar a Mamone acompañando solo con su fueye, un arte que hoy en día pareciera estar casi completamente perdido.
El siglo XXI lo encontró nuevamente con orquesta, como cantor de la agrupación Gente de Tango, dedicada al estilo de Di Sarli. Es notable de que manera Morano logra resaltar con un fraseo propio en un repertorio que se referencia en las grabaciones de algunos de los mejores cantores de la historia del tango.
No hace muchos años, Morano se reunía una vez a la semana a tomar té con el gran Horacio Presti. Allí lo conoció Leandro Medera, mi compañero en Fulanos de Tal, amigo de Horacio. El dúo de Presti y Morano, por aquellos momentos más bien improvisado, fue tomando forma bajo la producción de Leandro, que, al escuchar la voz pastosa de Morano y el acompañamiento de Presti, con arreglos tan originales, y el sonido un poco ronco de su guitarra barítono, los convenció para grabar un disco. “Canciones del Río de la Plata y algo más…” contiene joyas como la versión más brumosa de Nieblas del Riachuelo que se pueda encontrar, y el “Aire de huella triunfal”, con letra y música de Presti, que es ya un clásico. Por la producción de ese disco (el último de Morano), que se realizó en unas cuantas jornadas a lo largo como de un año en su estudio personal, mi querido amigo Leandro bien puede haberse ganado el cielo.
Y más tarde, el encuentro primero en casas de amigos, luego el compartir conciertos entre Fulanos de Tal y el dúo Morano-Presti, fue formando un lazo de mucho afecto entre Héctor y nosotros muy propiciado por la personalidad amable, cordialísima y muy jovial de Héctor. Así es que me animé a invitarlo a La Posta para entrevistarlo primero, y luego a algunos conciertos de mi cuarteto.
Aquí dejo el único testimonio que me quedó de esos dos conciertos en los que el Cuarteto De los Reyes (todavía no se había extendido la formación a quinteto) tuvo a Morano como invitado.
Lo que sigue lo digo con tanto orgullo como vergüenza: Morano cuenta en éste video, antes de comenzar a cantar, que nunca en su vida había actuado con un grupo de guitarras, que es la formación más icónica para un cantor, ya desde la época de Gardel. Recuerda allí a su tío, Antonio Murano, que me nombró varias veces con mucha admiración, con el emocionado recuerdo que le producía recordar a quien lo impulsó en toda la etapa primera de su carrera. Antonio Murano acompañó (como tantos guitarristas profesionales de la época) a los más grandes cantores, y fue quien, entre otras cosas, le presentó a Roberto Grela, siendo Héctor casi un adolescente.
El cuarteto de guitarras es una formación muy especial, porque favorece un sonido de masa que no puede lograr una sola guitarra, a la vez que manteniendo la ductilidad para seguir todas las inflexiones del cantor, dándole a éste un máximo de protagonismo que ni siquiera en una orquesta puede tener. Siempre se dijo que los cantores preferían la formación de guitarras, y Morano no fue la excepción. “Me cumpliste el sueño del pibe”, fue lo que me dijo después de éste concierto, uno de los dos del Cuarteto De los Reyes en los que vino como invitado. El apuro de la vida primero, la pandemia después, fueron posponiendo lo que se proyectaba como para grabar un disco juntos, o al menos, incluirlo en la grabación del primer disco de mi Quinteto, que tenía proyectado para 2020 pero finalmente se concretó éste año.
Morano, como muchos cantores de aquella época, nunca gozó de un reconocimiento acorde a su estatura de artista. Tuvo la suerte de vivir los estertores de la época de esplendor del Tango, pero le tocó el resto de su vida profesional cuesta abajo.
En sus últimas épocas, lo pudimos escuchar en la Alianza Francesa de Buenos Aires, en el Festival Tango BA 2018 (gran idea que tuvo Gabriel Soria de convocarlo), y, por última vez, en un ciclo junto al Cuarteto Cedrón.
El querido “Tata” Cedrón conocía a Morano desde varias décadas, y sobre todo, a Presti, que integró el Cuarteto Cedrón en varias formaciones. En una reunión en casa de Presti en 2019 se dieron cita, casi por casualidad, Héctor Morano, Alberto Senda y Rubén Llaneza. Ni más ni menos que los mejores cantores que se podían encontrar en Buenos Aires. El Tata, también asistente a esa reunión cumbre, celebró de pié cada intervención y decidió que su próximo ciclo tenía que llevar a los tres como invitados.
Aquí aporto un video de mi colección personal, sabiamente capturado por mi compañera, Paula Serrano, de aquella noche.
Yo tuve la suerte de participar de ese ciclo histórico que tan bien hizo el “Tata” en organizar, en sus tres ediciones, acompañando a Rubén Llaneza. Morano solo fue a la primera de ellas, que creo, fue su última actuación (y donde cantó a un nivel magnífico: Morano se fue de éste mundo sin bajar ni unos centímetros su altura vocal y musical). Allí nos saludamos por última vez y, casi sin perder su tono jovial, me comentó que estaba con problemas de salud. Peleó una larga enfermedad que se lo llevó después de tres años.
Buenos Aires (y el mundo) pierde con él a uno de los últimos cantores que testimonian el estilo (a mi entender, aún no superado ni igualado) de la época dorada del tango en primera persona.
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