A partir de hoy, y continuando la saga sobre Piazzolla y su relación con la tradición tanguera, sumo un nuevo colaborador a este blog. Se trata del prestigioso investigador tanguero Gaspar Astarita. El valor de su obra no necesita presentación. Estoy seguro que Gaspar (mi querido y recordado abuelo) estaría más que feliz de compartir ésta y cualquier publicación conmigo, como yo lo estoy de invitarlo.
Éste libro cortísimo, se editó en 1987 en la Editorial GraFer, de Chivilcoy, desde donde mi abuelo dió a conocer toda su obra. Según consta en el libro, “Esta edición consta de quinientos ejemplares fuera de comercio y es un afectuoso mensaje que el autor envía a sus amigos con motivo de las fiestas de fin del año mil novecientos ochenta y siete”.
Gaspar, un verdadero amante del Tango, que vivió en primera persona la década del cuarenta (“en sus estertores”, como él mismo contaba), nos ofrece aquí -en un trabajo publicado aún en vida de Piazzolla- una información de valioso rigor histórico y una perspectiva muy juiciosa y lúcida sobre la relación de Piazzolla con el tango. Espero que ésta reedición virtual pueda ser un aporte al conocimiento de todos de ésta fase inicial de Piazzolla, y también de éste trabajo de mi abuelo que es sin duda muy poco difundido. La publicación del día de hoy, por obra de la casualidad (llevo esta serie desde hace tres meses) coincide con el aniversario de su fallecimiento, hace ya 18 años.

A Roberto Di Filippo,
Bandoneonista y amigo
Alevare*
Astor Piazzolla todo lo hizo rápidamente. En 1940, a los 19 años, había ingresado como bandoneonista en la orquesta de Aníbal Troilo y, paralelamente, estudiaba distintas disciplinas musicales con Alberto Ginastera y piano con Raúl Spivak. El 31 de octubre de 1942 se casó con Dedé Wolff en la iglesia Nuestra Señora de Monserrat, ubicada en Belgrano y Lima, en la Capital Federal. Tenía recién 21 años (nació en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921). En 1943 llegó el primer hijo, una niña –Diana- y al año siguiente el segundo, Daniel. En 1944, a los 23 años ya era director de su propia orquesta, compartiendo el rubro con el cantor Francisco Fiorentino.
Y en 1946, solito.
Con un grupo de destacados instrumentistas y dos muy buenos cantantes, inquieto e impaciente, va a cumplir un nuevo tramo de su carrera. Sale en busca de otros rumbos dentro de la música popular y, sobre todo, sale a buscarse a sí mismo.
Cumplido este proceso de “la orquesta del 46”, que finaliza en 1950 con la disolución de la misma, comenzará Piazzolla otra década de estudio, trabajo y búsqueda, en donde ya hay encuentros y afirmaciones (Para Lucirse, Prepárense, Triunfal, Lo que vendrá, el sinfonismo, el premio Fabián Sevitzky, París, Nadia Boulanger, el octeto).
Por eso creo que se justifica este breve trabajo sobre aquella “orquesta del 46”, porque significa un límite en la trayectoria de Piazzolla. Después de ella comienza su desplazamiento desde el tango-tango hasta llegar a la música de cámara contemporánea con raíces ciudadanas que terminó creando.
Pero tanto en aquella como en ésta, su obra se ha distinguido siempre por estar asentada en tres sólidos apoyos: el talento, el estudio y el trabajo.
La orquesta de la que Piazzolla no quiere acordarse
Queremos referirnos a la primera orquesta que formara Piazzolla, en 1946, conocida en aquel tiempo de su creación y de su actuación como la orquesta del Tango Bar, en razón de que sus más aplaudidas sesiones las efectuó en aquel reducto de la calle Corrientes, entre Talcahuano y Libertad. Hoy, sin embargo, la gente del tango y en especial los memoriosos, cuando quieren identificarla, las basta con decir “Piazzolla del 46”, palabras que son a la vez un reconocimiento a aquel memorable conjunto, de una particular y tremenda “polenta” rítmica, de una acentuada y agradable densidad sonora y de una personalísima línea melódica.
Y de este conjunto decíamos en el título que fue “la orquesta de la que Piazzolla no quiere acordarse”, porque hace ya mucho tiempo, en un reportaje radial –ante las bondades que el comentarista le hacía sobre ella- el autor de Adiós Nonino dijo que “eso era cosa del pasado, de la que había que olvidarse porque él estaba en otra cosa”. Y era cierto. Pero sospecho que lo que Piazzolla quería realmente expresar, era que ese olvido estaba referido únicamente a sus planes futuros, pues estoy persuadido de que a esta orquesta nunca habrá podido arrancarla de su recuerdo y de sus sentimientos. Piazzolla lo que quería significar era que él estaba siempre avanzando y evolucionando, decididamente inserto en un proceso renovador.
Y hay que reconocer que ese proceso –vigoroso, agitado, ansioso y ambicioso- lo ha hecho a una velocidad tal que, después de disuelta esta orquesta en 1950, fueron pocos los que pudieron seguirlo. Auditiva y conceptualmente, cuando volvió de Europa a mediados de la década del cincuenta y después de la experiencia del octeto y el quinteto, para la gente del tango –músicos, diletantes y público en general- todo lo que hizo comenzó a sonar distinto, extraño, atípico. Era como un renegar de lo anterior, de aquellos presupuestos tangueros que había dado a conocer con “la orquesta del 46” y de los que se esperaba una línea de continuidad y progresión de intención modernista, pero que no resintiera ni el espíritu ni las formas esenciales del tango. Sin embargo, Piazzolla decidió tomar otros caminos. Resistiéndose al comienzo a admitir que lo que hacía era tango, puso fin más tarde a la controversia creando su propia música.
Creo que a partir de ahí, después de la disolución de la “orquesta del 46”, se inició la verdadera polémica en torno a Piazzolla y a su música, polémica que, gradualmente, habría de agudizarse y generalizarse en la década siguiente. Juzgo importante pues, señalar que aquella “orquesta del 46” y su esperada y truncada proyección, es una línea divisoria en la dilatada y controvertida trayectoria de Piazzolla en la música popular argentina. El Piazzolla eminentemente tanguero, por propia determinación, a sabiendas, comienza a quedar atrás para dar paso a otro músico –talentoso, codicioso y audaz- que, desde entonces y contra todo lo que se pueda decir de él, ha seguido avanzando en una sola dirección: hacia adelante.

Un poco de historia
Todo comienza a mediados de 1943 con una pequeña conmoción que se produce en la orquesta de Aníbal Troilo, donde se mueven los protagonistas de esta pequeña historia cuyo desenlace, sin proponérselo, tendría otras derivaciones que vendrían a desembocar finalmente en la orquesta de Astor Piazzolla de 1946 (en adelante la llamaremos únicamente “la orquesta del 46” porque así ha quedado individualizada en la historia del tango gracias a la significación que lograron su estilo y sus intenciones y, sobre todo, lo que preanunciaban).
En agosto de 1943, luego de grabar con el conjunto de Pichuco los tangos “Garúa” y “El distinguido ciudadano”, Orlando Goñi resuelve separarse de la orquesta para formar su propio conjunto. Formalizado el alejamiento, lleva a cabo su propósito convocando para su agrupación un excelente núcleo de instrumentistas: Antonio Ríos, Roberto Di Filippo, Luis Adolfo Bonnat, Eduardo Rovira y Juan Ernesto Martínez en bandoneones; Rolando Curzel, Emilio González, José Amatriain y Antonio Blanco en violines; Enrique Storani en violoncello, Domingo Donaruma en contrabajo y el cantor Antonio Rodríguez Lesende. Este duraría muy poco en la orquesta de Goñi, siendo reemplazado por Raúl Aldao primero y luego por Osvaldo Cabrera, esto ya por 1944.
Aunque sea muy de paso, no podemos dejar de consignar el éxito que alcanzara Orlando Goñi con este conjunto a través de lucidas actuaciones en radio, locales nocturnos y bailes. Hasta que en los primeros meses de ese año decidió tentar a Fiorentino para que se le uniera en la patriada orquestal. Debe haber sido por abril de 1944 cuando el cantor resuelve abandonar la orquesta de Troilo –donde había alcanzado sólido prestigio y enorme popularidad-, ya que sus dos últimas grabaciones con Pichuco son “El desafío” y “Temblando”, que dejó registradas el 30 de Marzo de 1944.
El flamante rubro debuta en Radio Belgrano con la denominación de “Orquesta de Orlando Goñi con la voz de Fiorentino”. Sin embargo, el camino que habrían de recorrer juntos sería muy corto, pues a mediados del 44 los dos ex componentes de la orquesta de Troilo resuelven abrirse. El pianista seguirá con su conjunto, aunque poco duraría su trayectoria ya que Orlando Goñi morirá el 5 de febrero de 1945, en Montevideo, a la edad de 32 años, como consecuencia de un tren de vida signado por los excesos, la despreocupación y la disipación; mientras que Fiorentino ha salido a buscar al director de su propia orquesta. Es cuando convoca a Astor Piazzolla y comienza la verdadera historia de la “orquesta del 46”.
Con respecto al alejamiento de Piazzolla de las filas de Troilo, cuenta el doctor Luis A. Sierra: «Yo anduve muy cerca de toda esa etapa del tango. Incluso Fiorentino (ya desvinculado de Pichuco) me pidió una noche en el bar “El Telégrafo”, de Corrientes y Uruguay, a pocos metros del cabaret “Tibidabo” donde actuaba la orquesta del Gordo Troilo, que fuese yo quien le comunicara a Pichuco que Piazzolla se desvinculaba de la orquesta para formar el nuevo conjunto de Fiorentino. Pensó éste que Pichuco se iba a enojar menos que si fuese él quien le hiciera conocer el acontecimiento. Lo cierto es que el Gordo se enojó –se enojó mucho- pero Piazzolla se fue nomás y formó la orquesta de Fiorentino». (Carta del doctor Sierra al autor de este trabajo del 1-11-87).
El rubro quedó constituido bajo el nombre de “Francisco Fiorentino con la orquesta de Astor Piazzolla”. Astor tenía apenas 23 años y ya se erigía en director (pero al mismo tiempo estaba estudiando seriamente distintas disciplinas musicales con el maestro Alberto Ginastera). Integró la orquesta con los siguientes músicos: Roberto Di Filippo, Fernando Tell y Angel Genta como bandoneonistas junto a él; Hugo Baralis (que también abandona el conjunto de Aníbal Troilo), Ernesto Gianni, Juan Biblioni y Oscar Lucer como violinistas, Carlos Figari al piano, José Díaz como contrabajista y Angel Molo como violoncelista.
El joven y flamante director “ya estaba en carrera”.
Este conjunto de Fiorentino y Piazzolla actuó con buen suceso en el Ebreo Bar, en programas radiales, viajó a Montevideo y alcanzó el estudio de grabación a mediados de 1945. Para el sello Odeón dejó registrados a 24 títulos (12 placas de 78 rpm), comenzando el 19 de mayo de 1945 con dos tangos de Francisco Pracánico y Celedonio Flores: “Corrientes y Esmeralda” y “Si se salva el pibe”. Justo un año después, el 21 de mayo de 1946, cierran el ciclo de grabaciones con los tangos “En carne propia” y “Otros tiempos y otros hombres”. Y en esa docena de placas de 78 rmp. Para el sello Odeón ha logrado Astor “meter” dos composiciones puramente instrumentales: los tangos “La chiflada” de Anselmo Aieta, y “Color de rosa”, de los hermanos Pedro y Antonio Polito (al final de este trabajo suministramos el detalle completo de las grabaciones).
En esta etapa inicial, ya como director, arreglador y primer bandoneón, dejó Piazzolla perfectamente delineada su vigorosa e inconfundible personalidad artística, reafirmada poco tiempo después en la “orquesta del 46”, en donde fijó –especialmente desde el arreglo- el color, el sonido y la fuerza que lo expresarían definitivamente.
Sin ninguna duda, esta instancia Fiorentino-Piazzolla es la antesala de la “orquesta del 46” y el joven músico puede manifestarse «porque se siente libre para moverse en el pentagrama. Fiorentino lo respeta; desde su puesto de ídolo intuye que debe dejarlo hacer. Como respuesta, el mismo Piazzolla mide sus invenciones y así la alianza resulta exitosa. Una temporada en el Ebro Bar es seguida por un formidable éxito en Montevideo, donde actúan en el Café Ateneo, en Radio El Espectador y en el cabaret Chantecler» (Alberto Speratti “con Piazzolla”. Ed. Galerna, 1969).

La orquesta del 46
A medidaos del año 1946 “se larga solito” Piazzolla. La fecha justa del acontecimiento queda encerrada entre la úlitma grabación que hacen con Fiorentino (21 de mayo de 1946) y la siguiente del cantor con otra nueva formación orquestal dirigida por Ismael Spitalnik, el 6 de agosto del mismo año (este disco de Fiorentino con Spitalnik registra el vals “Ensueño” y el tango “Tomo y obligo”).
En esa determinación, en esa gran aventura de la orquesta propia ha tenido mucho que ver el consejo y el estímulo de Dedé Wolff, su mujer –con quien Piazzolla está casado desde el 31 de octubre de 1942, que le ha dado ya sus dos hijos: Diana (1943) y Daniel (1944) – . Llama Astor para esta nueva experiencia a un puñado de excelentes profesionales:
A su lado, en la fila de bandoneones, estarán Roberto Di Filippo, Abelardo Alfonsín y Vicente Toppi (éste sería reemplazado luego por Jorge Luongo y sobre 1950 Leopoldo Federico ocuparía la plaza de Roberto Di Filippo). Como pianista se alista el muy jovencito Atilio Stampone, en los violines Hugo Baralis, Carmelo Cavallaro y Andrés Rivas; Victorio Casagrande en viola, José Federighi (luego Ramón Bataller) en violoncello y Valentín Andreotta en contrabajo. Los cantores fueron –al menos los más identificados con la orquesta– Aldo Campoamor y Héctor Insúa. Aunque el conjunto, cuando comenzó, tuvo como primer vocalista a Alfredo Barone. Después del alejamiento de Héctor Insúa se incorporó, aunque por breve tiempo, Fernando Reyes, a quien sucedió en 1948 Alberto Fontán Luna.
Si bien ya se sentía liberado durante el período en que compartió el rubro con Fiorentino, es en esta “orquesta del 46” cuando dará rienda suelta a sus atrevidas concepciones, conmoviendo las formas clásicas del tango y provocando el consabido revuelo. En Radio El Mundo, en el Café Marzollo y sobre todo en Tango Bar –aparte de las actuaciones en bailes, giras, etc.- son los escenarios que reciben aquella revolucionaria orquesta de Piazzolla, quien ya comienza a vislumbrar otros horizontes. Con herencias y afinidades de Aníbal Troilo, Orlando Goñi, Alfredo Gobbi y Osvaldo Pugliese, su moderna propuesta es la consecuencia de aquella gravitación, que quedará perfectamente evidenciada en este proyecto orquestal. A partir de él, desde el arreglo, la interpretación y la dirección –más el estudio y la madurez-, le harán realizar rápidos y audaces avances hasta que el conjunto, repetimos, logra definirse estilísticamente con personalidad, fuerza y originalidad.
La repercusión y el éxito alcanzados por la orquesta determinan que inmediatamente fuera convocada por el sello Odeón para efectuar una serie de grabaciones. Comenzaron los registros el 22 de septiembre de 1946 con los tangos “El recodo” y “Sólo se quiere una vez” y finalizaron el 14 de diciembre de 1948 con otros dos tangos: “Todo corazón” y “Villeguita”. Dejan en esta casa grabadora 32 registros, todas composiciones selectamente escogidas (16 son trabajos instrumentales y 16 con canto), que son el mejor testimonio de todas las cualidades que hemos dejado expresadas sobre esta orquesta de excepción.
El conjunto funcionaba como cooperativa con distribución de ingresos de acuerdo a los méritos y participaciones individuales. Cuando Astor convocó a los instrumentistas, los ensayos comenzaron en un sótano ubicado en el Café Liceo, por el barrio de Congreso. Precisamente el primer trabajo que dejaron listo en aquel reducto fue “El recodo”, el tango de Alejandro Junissi que sería también la primera grabación. Al iniciar la orquesta sus actividades en Radio El Mundo los ensayos se trasladaron a una sala de la emisora.
Han contado algunos músicos de aquella recordada orquesta que el repertorio era seleccionado en su mayoría por Piazzolla, salvo cuando alguno de los integrantes –en momentos de descanso de algún ensayo- “jugueteaba” en su instrumento con alguna obra que lograba interesarlo. La orquesta tenía su “presentador”, tal cual se estilaba entonces. El de “la orquesta del 46” era Emilio Vieyra, hoy consagrado director teatral.
La “puesta a punto” de una pieza –siguiendo siempre el comentario de aquellos músicos- tardaba muy poco, por cuanto los arreglos venían claros, muy bien preparados, y tanto los matices como efectos y el ajuste se alcanzaban con facilidad. Lo que parecía luego en el palco, en la radio o en la grabación como una cosa complicada, en su elaboración previa había resultado una tarea breve, sencilla. Por supuesto que esos integrantes que memoran así aquellos ensayos, eran todos profesionales de primera línea. Así, con las novedosas ideas del director volcadas en impecables escrituras de arreglo y los instrumentistas que lo rodearon, la “orquesta del 46” pudo alcanzar rápidamente esa apostura estética que la ha hecho inolvidable.
Esta agrupación, disuelta en 1950, volvería a rearmarse al año siguiente con algunas variantes sustanciales en su alineación, para grabar en el sello TK cuatro obras: “Triste”, un bellísimo tango de Pedro Maffia y Francisco De Caro, y el tango “Dedé”, del propio Piazzolla, más dos tangos clásicos: “La cumparsita” y “Chiqué” (en la grabación de “Dedé” ya aparece Roberto Di Filippo como oboísta, ejecutando un estupendo solo). Después de la disolución definitiva Piazzolla quedará inactivo como director unos años más, salvo un ciclo que efectuará en Radio Splendid, siempre en 1951, dirigiendo la orquesta estable de la emisora, circunstancia en la que actuaron también los cantantes Fontán Luna y Lidia Marino. Y ahí terminaría un período –muy importante por cierto- en la trayectoria artística de Piazzolla, en el que hay que consignar otros acontecimientos de suma significación: su obra autoral dada a conocer en esos años y su acercamiento al cine nacional.
Sus composiciones exclusivamente instrumentales para el tango de esa época que va de 1945 a 1950 son verdaderamente importantes porque anuncian, y en cierto modo van afirmando, lo que representa su novedoso y revolucionario estilo. Esos impecables y recordados tangos para orquesta son “El desbande” –auténtico punto de partida y referencia en su grabación de diciembre de 1946 para mostrar esa encantadora asociación que significa su música instrumental de ese tiempo, la composición, el arreglo y la interpretación-, “Villeguita”, “Se armó” y “Para lucirse” (este último de 1950). Y junto a ellos y en idéntica época aparecen otras composiciones “Noches largas”, con palabras de Carlos Bahr, “Pigmalión” con Homero Expósito, “Se fue sin decirme adiós” con Alfredo Roldán, “El cielo en las manos” con Homero Cárpena. Casi inmediatamente, luego de 1950, daría otras obras definitivas: “Prepárense”, “Contrabajeando”, “Triunfal”, “Lo que vendrá”, “Fugitiva”, “La misma pena”, “Rosa río”.
En estos años –en los cuales ha estado estudiando con Alberto Ginastera y Raúl Spivak- «intentó paralelamente a su labor en el tango muchas composiciones plasmadas conforme a normas estructurales europeas –obertura, sonata, suite, rapsodia-, en las cuales fue introduciendo paulatinamente elementos rítmicos, melódicos y armónicos de tango» /Horacio Ferrer, “El libro del tango”. Ed. Galerna, 1977, pág. 629).
Piazzolla y su “orquesta del 46” se vincularon al cine, en 1947, cuando el conjunto actuó en la película “El hombre del sábado”. Firmó después un contrato con la Productora General Belgrano, para quien compuso la banda sonora del film “Con los mismos colores”, con argumento de aquel gran periodista deportivo que fue Ricardo Lorenzo (Borocotó), a las que siguieron “Bólidos de acero” y posterioremente “El cielo en las manos”, cuyo director –Homero Cárpena- pondría letra al tango homónimo de Astor.
Su música para películas –género en el que se insertará precisamente con “la orquesta del 46”- sería para Piazzolla una actividad a la que quedaría definitivamente vinculado y por la que fue luego premiado en distintas oportunidades.
Pero en 1950, a pesar de la independencia económica y de la posición artística que el conjunto le había hecho ganar y del prestigio alcanzado a través de él, decide disolverlo. Es descabellado, no aconsejable, pero Piazzolla resuelve correr el riesgo porque “está en otra cosa”. Según le manifestará a Alberto Speratti años más tarde sobre aquella decisión, la música de concierto que absorbe su vida la respira constantemente, para rematar con uno de sus clásicos exabruptos: «Eran once músicos de los que salía siempre lo mismo. Claro que lo que salía era el máximo, pero entre ese límite y el ambiente del tango, yo estaba harto». También en esta audaz determinación ha contado con el apoyo de Dedé Wolff.
Y así concluyó, casi abruptamente, aquella estupenda etapa orquestal de Piazzolla. Comenzará ahora otra historia, en cuyo desarrollo hay muchos sueños y aspiraciones. Se sucederán el estudio y la composición, los trabajos de arreglo para diversas orquestas, el sinfonismo, el premio Fabián Sevitzky, la beca para perfeccionarse en Francia, etc. A mediados de 1954, en el vapor “Coracero” parte Astor Piazzolla para Europa en compañía de Dedé Wolff. Los niños quedan en Buenos Aires al cuidado de los abuelos. Su encuentro con Nadia Boulanger en París será definitorio.
En abril de 1955 regresa el matrimonio a la Argentina. Astor forma inmediatamente el Octeto y escribe el primer arreglo del flamante conjunto: es para el tango “Arrabal”, de José Pascual.
Pero dejemos las cosas ahí. Porque en ese tiempo comienza una nueva historia de Piazzolla, que otro –o tal vez yo mismo- deberá escribir algún día.

Una reflexión final
He creído importante haberme detenido a señalar todos los pormenores históricos y conceptuales de esta orquesta de Piazzolla del ’46, porque en la trayectoria del tango y de él, significan una frontera. No solamente porque marca, a partir de ella, su inserción en otras propuestas musicales de avanzada, sino porque también agrega un ingrediente más en la historia del género: la discordia. Un ejercicio que aún hoy se practica con intensidad, sinceridad y entusiasmo.
Después de aquellas experiencias que volcó en “la orquesta del 46”, cargada de un calificado equipaje técnico y de un impecable ropaje musical, comenzó –paulatinamente primero y vertiginosamente después- a alejarse de aquel esquema. El Piazzolla de las décadas posteriores –producida la estrepitosa fractura con su línea de trabajo anterior- comenzó a perder legitimidad tanguera aunque ganando calidad musical, preocupándose demasiado en su lucimiento personal y en el de sus extraordinarios solistas. Y ya no estuvo más en el tango. De él, de su cauce, había salido deliberadamente en procura de otras formas más elaboradas y audaces, creando una música importante, vital y trascendente, pero que no es el tango tal cual lo siente y lo entiende la sensibilidad y el oído medio rioplatense. El ha creado ahora su propia música, que puede denominarse música de cámara contemporánea con raíces ciudadanas.
Sin embargo, si Piazzolla es Piazzolla, es por el tango. Ese sonido que identifica y expresa a los hombres de ambas orillas del Plata, música a la que accedió a partir de aquel perfecto mecanismo instrumental que fue “la orquesta del 46”, de la que él quiere olvidarse, pero a la cual la gente del tango no olvidará jamás.
(*) Alevare (o Elevare).- "Primer tiempo de cualquier compás de cualquier tango. Se emplea específicamente en la jerga de los intérpretes". Esta es la explicación que da Horacio Ferrer en su obra "El libro del tango" (Galerna, 1977, Pág. 247). Aunque al término no he logrado ubicarlo en un par de diccionarios musicales que he consultado, la palabra me gusta y por eso la he usado. Porque me resulta más aparente que prólogo, tratándose de un trabajo específicamente vinculado al tango.

Julio de 1946. La orquesta de Piazzolla está conformándose. Faltan aún figuras que serán definitivas. La fotografía es en Radio Mitre, emisora a la que concurrió el conjunto para actuar en El éxito de cada orquesta, programa creado y dirigido por Julio Jorge Nelson. De izquierda a derecha: Andrés Rivas (violín), Victorio Casagrande (viola), Roberto Di Filippo (bandoneón), Julio Jorge Nelson (director del programa), atrás de él alguien no identificado, Hugo Baralis (violín), Petruccelli (locutor), otra persona no identificada, Néstor Barone (cantor), Astor Piazzolla, Valentín Andreotta (contrabajo), Isidoro Sallago (bandoneón), Atilio Stampone (piano), Abrascha Brudnik (violín) y Hector Insúa (cantor).

Tres de septiembre de 1946, en la boite El Cairo. La orquesta aún no había llegado a la sala de grabación. Lo haría 19 días después con su primera obra, El recodo. La alineación de aquellos inicios era la siguiente: De izquierda a derecha, sentados: Atilio Stampone (piano), Angel Molo (violoncello), Isidoro Sallago (hermano de Calixto, bandoneón), Vicente Toppi, Astor Piazzolla y Roberto Di Filippo (bandoneones). De pie, Andrés Rivas (violín), Valentín Andreotta (contrabajo), Hugo Baralis y tapado por ése Carmelo Cavallaro (violines), Victorio Casagrande (viola), y los dos cantores: Aldo Campoamor y Héctor Insúa (foto gentileza Vicente Toppi).

Noviembre de 1946, en el Café Marzotto. La fotografía muestra los pilares más importantes donde se asentó el prestigio y el éxito de la orquesta de Astor Piazzolla de 1946. De izquierda a derecha: Roberto De Filippo (primer bandoneón), Héctor Insúa (cantor), Angel Molo (violoncello), Atilio Stampone (piano), Aldo Campoamor (cantor) y Hugo Baralis (primer violín). Abajo, “el capo”, Astor Piazzolla.

Esta es una reproducción de un cartel publicitario que, para la actuación de la orquesta de Piazzola (así, con una sola ele), confeccionó el famoso dibujante Calé (Alejandro del Prado), gran amigo de Astor, caricaturizando a todos los componentes del conjunto. Fue para las presentaciones de la orquesta en el Tango Bar. Calé había conseguido sólida y merecida fama a través de sus trabajo para la no menos famosa revista Rico Tipo, de cuya inolvidable sección “Buenos Aires en camiseta”, fue creador.

La orquesta en 1948. En el piano Atilio Stampone, y le siguen, de pie: Alberto Fontán Luna (había reemplazado a Héctor Insúa), Carmelo Cavallaro y Hugo Baralis (violines), Valentín Andreotta (contrabajo), Andrés Rivas (violín), Victorio Casagrande (viola) y Aldo Campoamor. Sentados: Vicente Toppi, Abelardo Alfonsín, Astor Piazzolla y Roberto Di Filippo (bandoneones) y José Federighi (violoncello). (Foto gentileza Bruno Cespi).
Hasta aquí el texto de mi abuelo, que se reedita por primera vez desde su primera edición en 1987. En unos días estará disponible para su descarga gratuita en PDF desde este sitio. Y seguiré subiendo material de la numerosa producción de mi abuelo, incluso alguna inédita, mucha de la cual nunca llegó al mundo digital.
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