El “espacio” (o espacio temporal) entre dos notas, como todo espacio temporal (es decir, un instante) tiene una densidad infinita (al igual que el intervalo entre dos números reales cualesquiera, por ejemplo 1,2 y 3,4, entre los que puede ubicarse una serie infinita de otros números).
La percepción de esa densidad (aún entre notas muy rápidas), de lo que ocurre y lo que transcurre entre nota y nota (lo que implica un nivel de percepción e intelección sonora muy alto), abre una puerta muy grande en el trabajo técnico, ya que estar presente (y accionar) en el espacio entre nota y nota es justamente la tarea del ejecutante. En ese momento sucede la ejecución propiamente dicha: el “toque”, como le llamamos los guitarristas. El espacio entre nota y nota comprende especialmente al toque por obvias razones (la nota sucede al toque), y la comprensión de ese espacio es lo que lleva al aprendizaje del toque y sus más diversos aspectos: la elección de un tipo de sonido, y especialmente, de la intención que se quiera comunicarle, lo que otorga sentido a la música. O aspectos muchísimo más sutiles pero a la vez más pedestres, como la dinámica o el timbre.
Y es (casi exclusivamente) entre nota y nota cuando ocurre la relajación, ya que la relajación, al ser el contrario de una acción, solo puede preceder o suceder a éstas.
El movimiento siempre precede al sonido, nunca es simultáneo de éste. Este es un concepto que, por simple que resulta cuando se lo enuncia, no solemos tener en cuenta. Pensemos en el movimiento necesario para tocar las maracas: es necesario hacer todo un recorrido del brazo (en la guitarra son algunos milímetros o a lo sumo centímetros, en las maracas es de casi medio metro), en cuyo final, recién, está el sonido. Es decir, hace falta coordinar un movimiento largo y lento y, muchas veces, adaptar todo el cuerpo (evitando el exceso de rigidez en los brazos) para lograr un ritmo agradable.
En la guitarra sucede igual, aunque en miniatura: la percepción de esta distancia y del recorrido del dedo (y toda la acción, si la hubiere, del sistema brazo/dedos) obliga a “anticipar” el movimiento del dedo. En los casos que se busque un movimiento de gesto preciso y veloz, es necesaria una preparación de la tensión previa al toque, y en aquellos en donde se busque un movimiento de gesto pausado, comprender la longitud y la duración de este gesto. Muchas veces, el contacto del dedo con la cuerda debe ocurrir bastante antes de la pulsación propiamente dicha, en una longitud que puede incluso superar a la duración del sonido en sí.
No hay ninguna manera de comprender como accionar una cuerda si no se considera que sucede en el instante previo a esa acción, cuánto tiempo antes debe comenzar el movimiento para llegar a tiempo, cuánto nos toma la preparación de ese movimiento e incluso la decisión del sonido que queremos lograr.
Explícitamente o no, toda técnica para tocar un instrumento trata de lo que hacemos entre una nota y la otra.
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